KALIMAN

KALIMAN
El hombre increible

Sunday, October 3, 2010

Kaliman - El Hombre Increible

      Faltaban cinco minutos para las cuatro de la tarde.  Era hora de ponerle las pilas Rayovac al radio para que todo estuviese listo.  Estas eran las pilas que todo el dia habian estado al sol para que se recargaran y  asi poder escuchar las radio-aventuras de Kaliman - El Hombre Increible.
     Aquellos eran dias de infancia en una aldea Garifuna de la costa norte de Honduras, Masca para ser mas precisos.  Estos tambien eran los dias de pre-luz electrica, pre-telefono fijo, pre-celular, pre-computadora, pre-internet, pre-calentamiento global, pre-sida, pre-movimiento verde, y los pre se pueden seguir ennumerando.  Ah! pero si, eran dias de mucha pro-imaginacion y pro-fantasia!  Nos apresurabamos por llegar a casa despues de la jornada de la tarde en la escuela para no fallarnos el capitulo.  Hasta los mandados de la tarde podian esperar.
     Comenzaba el narrador haciendo un recuento del capitulo anterior como lo era la llegada a Rio de Janeiro de aquel hombre corpulento, de ojos azules, que vestia de capa y turbante blancos.  Kaliman llegaba como invitado a una cumbre de parapsicologia .  Este era el hombre con el poder de hipnotizar y de leer la mente. Capaz de practicar el "autos-mortis" segun la situacion lo ameritara.  Habia desarrollado su cuerpo y mente a un nivel de perfeccion insuperable entrenado en el Tibet.  Se hacia acompanar de su pequeno he inseparable amigo Solin.  Este era Kaliman, aquel hombre que solia exclamar con su acento extranjero y grave: "serenidad y paciencia mi querido Solin, serenidad y paciencia.  El que domina la mente lo domina todo."
     Mientras que la radio, un tanto asi mal sintonizada, estornudaba sonidos guturales o ruidos incoherentes debido al quiebre de sintonia, mal tiempo, o simplemente porque la misera recarga de las pilas, que a su manera habian aprovechado el calor del sol para poder hacer su funcion, ya estaban literalmente en "alitas de cucaracha."
     Nadie se movia; la respiracion era entre-cortada y el corazon palpitaba a ritmo acelerado.  Los ultimos granos de arroz o frijol que habian quedado en el plato se recogian uno a uno y a intervalos cual tarea para mitigar el nerviosismo, especulacion, y extasis que el relato producia.  De esta manera privabamos a los pollos, patos, y chanchos de lo que merendarian  al lavarse los trastes de la cena para luego cerrar la cocina con el techo hecho de pencas de corozo sobre su caballete y las paredes de cana brava o yagua.  Asi se daban por  concluidos nuestros dias en aquel entonces.
    El narrador continuaba deleitandonos, haciendo uso de mil inflecciones al hablar y el sonido de fondo daba vida a los personajes y a la escenografia.  El capitulo terminaba con las interrogantes:  Podra Kaliman librarse del acecho de los "zombie-tronics" comandados por Humanon?  tendra tiempo para rescatar a la misteriosa dama con el velo sobre su cara?  terminara Solin convertido en uno de los zombies de este siniestro mundo?  No te pierdas el proximo capitulo de KALIMAN..........  Y asi la radio con su tronazon, cucarachero y sonidos guturales cumplia su mision y todavia tenia vida para deleitarnos con un merenguito de Luis Kalaff y sus Alegres Dominicanos o una romantica de Camilo Sesto.  La operacion se iba a repetir el dia siguiente, poner las baterias al sol por la manana para poder deleitarnos por la tarde y rogando que el dia no amaneciese nublado.
     De vez en cuando alguien aparecia con una o dos revistas ilustradas (paquines) de Kaliman comprados en el mercado de Puerto Cortes.  De esta manera ya no era solo el sentido auditorio el estimulado, sino tambien el visual.  Podiamos constatar las descripcciones del narrador en la radio.  Cuando era mi turno de leer los paquines, lo hacia una y otra vez deseando que la historia no terminara o que al voltear la ultima pagina aparecieran un poco mas de dibujos con sus respectivos dialogos.  Luego alguien me los pedia y asi se iba formando la cadena.  Por lo general, los paquines regresaban a su dueno llenos de grasa, estrujados, desgarrados si es que en realidad regresaban.  Y asi se iban consumiendo increiblemente, aquellos dias de infancia entre las decadas '70 y '80 en aquella aldea costera.